con una niñez tan complicada las cosas fueron a peor cada día, a muy temprana edad fui madre, siendo aún una niña. Y ni hablar de la relación que tuve con su padre, ya que éramos un par de niños que veníamos con heridas desde nuestros hogares, desde nuestra raíz, algo realmente lamentable. Pero aun así teníamos la dicha de ser padres, en realidad no lo entendíamos, no entendíamos la responsabilidad que había llegado a nosotros. Pero aún así lo intentamos, no fuimos los mejores, porque como ya se imaginarán éramos un par de niños, en una vida de adultos. Yo era una niña que sentí que tenía que defenderme para no verme vulnerable ante nada ni nadie, porque era yo sola contra el mundo, (esa era mi percepción en ese momento). Me volví una niña agresiva, rebelde, no creía en nadie. Era una situación difícil, la cual no entendía. Pero era lo que me había tocado. Con este chico fue todo un fracaso, aunque fue buen padre. Como pareja no funcionamos, ahí iba uno de mis primeros fracasos o al menos para mí fue así. Y fue imposible no volver a tener ese sentimiento de abandono. Fui engañada por el, y mi decisión fue alejarme, es difícil a tan pronta edad verte con una hija en brazos y sin saber que hacer. Pero sé que a pesar que no conocía de Dios el siempre cuido de mi hija y de mí, nunca nos acostamos sin comida en nuestras barriguitas, Dios es bueno y para siempre es su misericordia, Dios es fiel a pesar de nuestra infidelidad, Él siempre ha estado con nosotras y algo que tengo claro es que nunca nos abandonará.
Superación y esperanza desde el dolor
A pesar de las heridas causadas por el abandono, muchas mujeres encuentran formas de sanar y reconstruir sus vidas. Cada historia de una mujer abandonada es una lección de resiliencia y fuerza. La mía fue a través de Jesúcristo quien dio su vida por mi, el entender esto abrio mis ojos.